lunes, 27 de agosto de 2012

Día cero.

 
 
En una noche en la que las estrellas se esconden detrás de las nubes, algo un poco diferente a lo que dice una de sus canciones favoritas, él ayuda a su amigo a conseguir a la chica de sus sueños. Quién sabe si es también por beneficio propio. A saber qué es lo que pasaba entonces por esa cabeza.
En una noche en la que las estrellas se esconden detrás de las nubes, hay miradas cómplices que terminan en sonrisas. Hay alguien que me hace rabiar, para mirarme después directamente en las pupilas. Alguien que me agarra de la mano casualmente, que hace que sienta un cosquilleo en la boca del estómago. Alguien que me llama sosa, liante y borde, y me reta a que le demuestre que soy lo contrario. Alguien que se acerca aún más, y que hace que se me revolucionen los pensamientos. Alguien que me reta de nuevo.
Y a partir de ahí, sólo recuerdo que hay que pasar a una serie de besos guarros que se funden sin control. A sus labios buscando los míos. A unas cuántas caricias, miradas, y sonrisas. A agarrarme más fuerte para que no me marche. De nuevo sus labios rozando mi cuello, y mi mente, muy lejos de allí.
Dejarse llevar, nunca había sonado tan bien. Y es que el chico de los coches de choque, tiene una mirada y una sonrisa que me enamoran.
Un secreto que acabará sabiendo todo el mundo. Y a mí eso es algo que no me importa. Yo soy feliz con sus promesas de última hora, con sus sonrisas, y ese beso de buenas noches que aún sigo notando en los labios.
 
trescientos cincuenta y siete mil trescientos ochenta y cuatro-ene

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