viernes, 28 de diciembre de 2012

 

 
Cuando nadie nos veía, tenías esa sonrisa tan bonita y que a mi tanto me gustaba.  Dejabas de ser frío, distante, y te derretías al contacto de mi piel por cada uno de los lunares de tu espalda.
Cuando nadie nos veía, dejabas de mirar de forma despectiva, y brillabas más que los rayos del Sol de aquel Agosto en el que nos conocimos.
Cuando nadie nos veía, bueno... dejabas de saber a vodka, y sabías a gloria y a cielo.
Cuando nadie nos veía, eras y no eras. Me llevabas hacia donde habita el olvido y me besabas hasta desgastarnos los labios.
Cuando nadie nos veía, recuerdo que yo caminaba tranquila de tu mano. Me prestabas tus alas, y me bajabas la Luna, jurándome por el primer choque que tuvimos, que nunca jamás conseguiría brillar más que mis ojos.
Cuando nadie nos veía, te dejabas querer, y te dejabas hacer. Eras otro; tierno, sencillo, cariñoso. Sin peleas, ni malos gestos, ni malas palabras.
Cuando nadie nos veía, me dabas besos de desayuno, y decías que valía la pena luchar, porque valía la pena tenerme.
Y ahora, cuando todos os ven, demostráis vuestro amor en público, y no en la intimidad de las estrellas, como hacías cuando nadie nos veía.
Ya no te dejas hacer, ni querer, y todo son peleas por intentar demostrarle patéticamente al mundo que estáis luchando por una causa perdida.

Por ti, todo lo que hago lo hago por ti, y es que tú me sacas lo mejor de mí. Soy todo lo que soy, porque tú eres todo lo que quiero.

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