viernes, 22 de marzo de 2013

Que desde que tú no estás, me la pego.

<<En cuanto la vi aparecer toda colorada, escondiéndose detrás de aquellas enormes pestañas, supe que aquello era lo que había estado esperando. Me quedé mirando cómo sus ojos se movían de un lado hacia otro, buscándome en aquel bar.  Esperé algo más de tiempo, y me dediqué a estar quieto, mirándola, observando cómo se movían sus rizos al compás de la música.
Siempre tan bonita, y a la vez tan sencilla. Eso era lo que me gustaba de ella. Que pese a que era posiblemente una de las chicas más guapas que había visto en mi vida, ella parecía no darse cuenta de ello. Su actitud, y su sonrisa. Sí, fue eso lo que me cautivó de ella desde el primer momento.
Bueno, quizás empezó todo antes de lo que pensaba.
Desde aquel día en que nuestras miradas se cruzaron durante una milésima de segundo, supe que aquello iba a llegar a mucho más que un juego, y desde luego que yo intenté hacer lo posible por que así fuese.
Después de un par de sonrisas cruzadas aquella noche, ya me tenía ganado. Con eso, y con su cabezonería. Pero volvamos a aquella noche. A la noche en la que no hubo estrellas.
 Resistí a lanzarme a sus labios cuando vi como se acercaba moviendo su cabeza, marcando el ritmo de la canción. Ella no lo sabe, ni lo sabrá nunca, pero aquel 'Hay algo que me gusta de ti', se me quedaría grabado a fuego en los oídos, y aún a día de hoy, que no soy capaz de escuchar esa canción sin pensar en ella.
Después de un par de copas, se me subió el olor de su pelo a la cabeza, y desde entonces, recuerdo más bien poco.
Cada mañana me resistía a hablarla, por no parecer pesado y agobiarla. Me estudié su número de móvil, y los pasos que había de su casa a la mía. Trescientos setenta y cinco. Tan cerca, y a la vez tan lejos.
Me mantuve al margen, temiendo perderla si jugaba mal mis cartas, cuando lo que más me apetecía era correr para abrazarla. Y a pesar de que me resultó difícil, después de aquel primer beso, lo supe de veras: no importaría nunca lo que pudiese pasar, porque mi destino era estar con ella.
Pasé varios días recordando el color de su pelo, su manía de llegar tarde a los sitios, su vergüenza, sus mejillas sonrosadas, sus labios suaves, y el cosquilleo que me dejaba en la piel tras un reguero de caricias.
Quise ser fuerte y no perderme en ella, porque sabía que valía mucho más que eso. No era cualquiera, ningún juego, como ella acabó pensando que era todo aquello.
La perdí. La perdí por no involucrarme, por quedarme al margen. La perdí por no haberle dicho que su sonrisa era la cosa más bonita que me había pasado en la vida. La perdí porque decidí conformarme con lo que tenía y no luchar por ella, por creer que merecía mucho más, aún sabiendo que solamente yo sería capaz de hacerla feliz.
Sé que nadie jamás conseguirá quererla como yo. Sé que no podrán descifrar sus miradas, ni sus pensamientos. Sé que no valorarán sus palabras, y que los pequeños detalles serán imperceptibles a ojos de otros.
Lo sé porque solamente yo la quise. Y me arrepiento de no haberlo demostrado. Pero ya es demasiado tarde.
Esta vez, sólo podré pasarme el invierno sin el calor de mi infierno. Brindaré por sus ojos.
Moriría por ella; e incluso mataría.>>

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