sábado, 16 de noviembre de 2013

Déjame pensarte solo un ratito más;
Cinco minutos,
como cuando pospones la alarma del despertador para que siga sonando más tarde.

Déjame mirarte escondida entre tus brazos;
Permíteme que te recorra con la mirada, incansable,
y busque a ciegas el hueco que hay debajo de tu cuello.
Ese hueco al que yo llamo hogar.

Déjame besarte el alma;
Deja que mis labios busquen los tuyos hasta hacerlos míos,
como si fuesen una parte más de mi cuerpo.

Déjame que te diga que esta noche estás especialmente guapo;
que derrochas alegría por los poros,
y una cosa parecida a lo que yo siempre he pensado que es el amor.

Déjame que te susurre muy bajito al oído;
que vas a ser mío y de nadie más;
que no pienso dejarte escapar;
ni hoy, ni nunca,
y que no voy a permitir que te marches de mi lado.
Ni hoy, ni nunca.

Déjame llorarte;
decirte que no quiero que te subas a ese tren.
Que cuatro estaciones son las que nos separan,
y son demasiadas para mí.
Deja que te llore al oído,
y que te diga que la distancia a veces lo jode todo,
o a veces hace que te coja después con más ganas.

Déjame bailarte;
moverme sin parar a tu alrededor mientras tú sonríes,
o pones la mesa, 
o lees un libro.

Sí, déjame mirarte mientras lees;
o mientras duermes.
Cuando estés muy lejos de mí, 
pero a mi lado.

Déjame soñarte;
imaginar que me tienes ahí, contigo.
Déjame creer que seré tuya para siempre.

Déjame decirte que te quiero; 
desde el primer segundo,
desde el primer momento.
Desde ahora,
desde siempre,
desde antes incluso de conocerte.

Sí...déjame pensarte,
para después decirte sin paréntesis,
que te quiero para siempre.

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