sábado, 28 de diciembre de 2013




Me ganas a todo. Siempre lo haces.

Me ganas a todo excepto a querer. 
Ahí te supero yo.

Y te supero porque me dejé un trozo de corazón debajo del asiento de tu coche el otro día, mientras te besaba.
Y me dejé también la coherencia en el limpiaparabrisas, y todos mis sentidos atados a tus pestañas.
Y te supero también porque te escribo de madrugada, te pienso mientras sueño, y te sueño mientras estoy despierta.

A veces te imagino diciéndome que tus cicatrices no se van a curar solas, y que necesitas que las vaya lamiendo poco a poco, como hice el otro día con tu cuello. Pero entonces me despierto y me encuentro en una cama vacía, aferrada a mis fantasías y a mi móvil vacío de mensajes, de llamadas. 

Vacío de ti.

He aprendido a querer(te) por encima de mis posibilidades, y estoy a medio camino entre la locura y la cordura.
He aprendido a dar(te) calor con mi corazón, pese a mis manos heladas, a bajar(te) la Luna en un suspiro y a sobrevivir a los remolinos de tu pelo.
He aprendido a no pasar frío si te imagino tiritar bajo las sábanas, y a dejar las ganas de comerte hasta el alma en la puerta, por si un día te decides a venir.

He aprendido a admitir que siempre me ganas a todo.
Excepto a querer.
Ahí te supero yo.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Déjame pensarte solo un ratito más;
Cinco minutos,
como cuando pospones la alarma del despertador para que siga sonando más tarde.

Déjame mirarte escondida entre tus brazos;
Permíteme que te recorra con la mirada, incansable,
y busque a ciegas el hueco que hay debajo de tu cuello.
Ese hueco al que yo llamo hogar.

Déjame besarte el alma;
Deja que mis labios busquen los tuyos hasta hacerlos míos,
como si fuesen una parte más de mi cuerpo.

Déjame que te diga que esta noche estás especialmente guapo;
que derrochas alegría por los poros,
y una cosa parecida a lo que yo siempre he pensado que es el amor.

Déjame que te susurre muy bajito al oído;
que vas a ser mío y de nadie más;
que no pienso dejarte escapar;
ni hoy, ni nunca,
y que no voy a permitir que te marches de mi lado.
Ni hoy, ni nunca.

Déjame llorarte;
decirte que no quiero que te subas a ese tren.
Que cuatro estaciones son las que nos separan,
y son demasiadas para mí.
Deja que te llore al oído,
y que te diga que la distancia a veces lo jode todo,
o a veces hace que te coja después con más ganas.

Déjame bailarte;
moverme sin parar a tu alrededor mientras tú sonríes,
o pones la mesa, 
o lees un libro.

Sí, déjame mirarte mientras lees;
o mientras duermes.
Cuando estés muy lejos de mí, 
pero a mi lado.

Déjame soñarte;
imaginar que me tienes ahí, contigo.
Déjame creer que seré tuya para siempre.

Déjame decirte que te quiero; 
desde el primer segundo,
desde el primer momento.
Desde ahora,
desde siempre,
desde antes incluso de conocerte.

Sí...déjame pensarte,
para después decirte sin paréntesis,
que te quiero para siempre.