martes, 12 de noviembre de 2013

Cómo decir lo que te pasa cuando ni tú misma lo sabes. Cómo puedes llegar a explicarle a las personas que te rodean que tus malas caras no son por el examen de anatomía que suspendiste, ni tampoco porque ese chico guapo que se sienta en la última fila no te mira.

Qué es lo que hay que decir cuando sientes que tu malestar va mucho más allá de todo eso. Qué manera hay para explicar que las únicas notas que te importan son las de su guitarra, y que los únicos ojos que quieres que te miren son los suyos.

Que no hay curva más bonita que la de su sonrisa, y que me hace perder el Norte cuando pienso en su pelo. Que echo de menos besos que ni siquiera me ha dado, y que más de una vez he soñado despierta cómo sería estar entre sus brazos.

Que alguien me diga cómo demonios puedo explicarle a alguien que echo de menos que me hable, cuando jamás en la vida hemos cruzado una palabra; o lo bonito que debe ser colgarse de su mirada cuando no estoy segura al cien por cien del color de sus ojos.

Cómo le explico a alguien que cuando me le cruzo cada día a las tres de la tarde en el mismo punto de la universidad sé de sobra que me pongo toda roja, y que sé cómo sería nuestra historia.

Los Lunes los soportaría con su sonrisa bien de mañana. Los Martes servirían para echarnos en falta. Los Miércoles discutiríamos por cualquier tontería. Reconciliaciones los Jueves entre besos y palabras tontas. Los Viernes estarían reservados para los mimos y las cenas románticas. Los Sábados serían para hacer el amor en cualquier rincón de la ciudad. Películas con manta y chocolate caliente los Domingos. Y querernos bien y bonito. Eso lo haríamos todos los días.

Siempre quieres lo que no puedes tener, dicen. Igual ésta es una de esas veces en las que los deseos que les pides a las estrellas se cumplen. Ojalá.

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