Ahora, ahora lo sé. Fue en el primer momento en el que se rieron juntos. Entonces empezó todo. Pero pronto, ella desaparecerá. Y con ella, todas las risas y miradas. Pronto acabará todo. Y lo cierto, es que ella no tiene muy claro que las cosas vayan a volver a ser algún día como lo están siendo ahora. Que ella no quiere volver a ser una desconocida de nuevo. Y aunque se conocieran entre los aguaceros de este crudo invierno, han pasado juntos por la estación de las mariposas. No sabe si quiera como llamarlo. No sabe de qué va, o cómo juega el futuro. Pero como ella vive en el presente, tiene claro que el destino no hizo más que fastidiar, hurgando en algo más que la piel. Que a partir de aquel momento, ya tienen el pretexto perfecto para esperar ansiosos mensajes detrás de una pantalla. A partir de ese mágico momento, ella se ganó una serie de derechos. Como el de robarle el sueño por las noches, por algo de calor a cambio, sabiendo que la mayoría de las veces, él es cálido. Es un desastre. Su jodido desastre.
Siempre que piensa en él, le llegan a la cabeza los segundos exactos de los roces en los que chocaban. Quizá fuesen polos opuestos. O quizá tuviesen en común más de lo que cualquiera de ellos dos pudiese haber imaginado nunca. Sabían mantener el chispazo controlado y, aún así, a veces se buscaban para volver a chocar otra vez. Para mantener vivas las llamas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario