domingo, 17 de junio de 2012

Donde las miradas tienen ganas



Él sabe a una mezcla entre menta y regaliz, y ella… ella sabe básicamente a las últimas gotas apuradas de un cubata de vodka. Él duerme con la luz apagada y la ventana abierta, de modo que cuando amanezca, los pájaros le canten al oído canciones con las que darse cuenta de que se vive por algo. En cambio, ella, por mucho que desee cambiar, ninguna de las luces que deja encendidas en su cuarto son capaces de iluminar siquiera una cuarta parte de las sombras que tiene por dentro. Ante el cuidado que pone él a la hora de realizar las cosas, se antepone el poco garbo que le pone ella. Mientras que él sueña despierto pensando en los sitios que le quedan aún por conocer, y los momentos que le quedan por vivir, ella evita poco a poco que la soledad total le inunde el alma. Ella intenta pescar estrellas sin anzuelo, sentada en la cara oculta de la luna, y él, es de los que dice que los amores más bonitos son los que no han tenido tiempo de vivirse. Tal vez por eso se llevan tan bien. Porque los opuestos se atraen, y toda esa mierda. Lo cierto es que a pesar de sus diferencias… los dos saben que las cosas buenas no acaban nunca. No si hay algo que te las recuerda.

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